La edad de oro: 1946-1947 by Varios autores

La edad de oro: 1946-1947 by Varios autores

autor:Varios autores
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción
publicado: 1990-08-09T22:00:00+00:00


Se equivocó en diez minutos, y pasó otro cuarto de hora antes de que el sargento de detectives que devolvió la Luger terminara de felicitar a Blake Hartley y darle las gracias en nombre del Departamento. Después de que se marchara, el abogado cogió la Luger, retiró el cargador y sacó la bala de la recámara.

—Bien—le dijo a su hijo—, tenías razón. Has salvado la vida de esa mujer —miró la automática, y luego se la alargó por encima de la mesa—. Ahora veamos cómo pones ese percutor en su sitio.

Allan Hartley desmontó el arma, inserto la parte que faltaba y volvió a montarla, luego probó a cargarla y se la devolvió a su padre. Blake Hartley volvió a mirarla y la colocó sobre la mesa...

—Ahora, hijo, supongo que debemos tener una pequeña charla—dijo suavemente.

—Pero si te lo he explicado todo—objetó Allan inocentemente.

—No—replicó su padre—. Ayer no habrías pensado un truco como éste; ni siquiera habrías sabido cómo desmontar una pistola. Durante la comida, he observado que empleabas un lenguaje y expresabas unas ideas completamente diferentes a las que tenías antes. Quiero saberlo todo..., y literalmente.

Allan se echó a reír.

—Espero que no estés jugando con la idea medieval de la posesión —dijo.

Blake se sobresaltó. Algo parecido debía de haberle pasado por la mente. Abrió la boca para decir algo, pero luego la cerró bruscamente.

—El problema es que no estoy seguro de que no tengas razón—continuó su hijo—. Dices que me encuentras..., cambiado. ¿Cuándo notaste por primera vez la diferencia?

—Anoche eras todavía mi niño pequeño. Esta mañana... —Blake Hartley hablaba más para sí mismo que para Allan—. No lo sé. Estuviste inusitadamente callado en el desayuno. Y ahora que lo pienso, había algo..., algo extraño cuando te vi en el pasillo... ¡Allan!—estalló vehementemente—. ¿Qué te ha pasado?

Allan Hartley sintió un retortijón de dolor. Lo que su padre experimentaba era casi lo mismo que él había soportado pocos minutos después de despertar.

—Ojalá pudiera estar seguro, papá—dijo—. Verás, cuando me desperté esta mañana no tenía el más mínimo recuerdo de lo que hice ayer. Es decir, el 4 de agosto de 1945. Estaba completamente convencido de que era un hombre de cuarenta y tres años, y mi último recuerdo era el de estar tendido en una camilla, herido por la explosión de una bomba. Y estaba igualmente convencido de que eso había sucedido en 1975.

—¿Eh? —su padre se enderezó—. ¿Has dicho mil novecientos setenta y cinco? —pensó un instante—. Eso es, en 1975 tendrás cuarenta y tres años. ¿Una bomba, dices?

Allan asintió.

—Durante el asedio de Buffalo, en la tercera guerra mundial. Era capitán en G5... Investigación Científica, Personal General. Había habido una invasión aérea transpolar de Canadá, y me enviaron al frente para comprobar in situ los defectos de un nuevo aceite lubricante para el equipo de combate.

Una semana después de llegar allí cayó Ottawa y comenzó la retirada. Nos atrincheramos en Buffalo, y ahí me hirieron. Recuerdo que me recogieron y que me ponían una inyección narcótica. Lo siguiente que advertí fue



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